MUNDO - Copenhague: una incertidumbre monstruosa

Publié le par Pierre PICCININ

Mundo - Copenhague : una incertidumbre monstruosa (L'Echo. Le quotidien de l'économie et de la finance, 11 de diciembre de 2009) - Texto íntergro



 

                

 

Corro el riesgo, al escribir esta columna de opinión, de ser marginado sin piedad y de unirme a algunos investigadores cuya carrera se ha visto truncada, porque se han atrevido a poner en tela de juicio la sacrosanta verdad del momento « el calentamiento global nos llevará a la catástrofe ».

 

Pero el historiador recuerda de el final del siglo VI, que conoció un periodo de enfriamiento tal que, bajo los efectos de intensas lluvias, buenas tierras de cultivo se transformaron en estériles terrenos pantanosos : el clima venía a contribuir con   dificultades añadidas al hundimiento de las estructuras socioeconómicas y políticas del Imperio romano agonizante.

 

Algunos siglos después, hacia el año mil, el clima cambió de nuevo : la temperatura llegó a ser incluso más elevada que la conocemos hoy (sin gas con efecto invernadero, sin embargo…). Los cronistas informan que, en aquel tiempo, en el reino de Francia, se podían contar, algunos años, con dos cosechas consecutivas. Y los Vikingos colonizaron Groenlandia,  la « Tierra verde », que será después cubierta de hielo.

 

El clima, en efecto, comenzó de nuevo a alcanzar bajas temperaturas : durante todo el siglo XVII, y en especial bajo el reino de Louis XIV, Europa occidental conoció regularmente inviernos con quince o veinte grados bajo cero; se podía patinar alegremente sobre el Támesis; las desembocaduras del Rin y del Escalda estaban bloqueadas por los hielos; y, en Versalles, el vino se helaba en las copas…

 

Como demuestra esta pequeña puesta en perspectiva histórica, los cambios climáticos son bien conocidos por los historiadores y los grados de temperatura suplementarios que nos anuncian no tienen nada de asombroso.

 

Para decirlo brevemente, hay que pensar que el clima cambia, claro está, y que el hombre se ha convertido en un ser tan pretencioso como para pensar que él es el origen o la causa de su evolución y que conseguirá estabilizarlo, poder paralizarlo definitivamente, reduciendo un poco su actividad económica.

 

Pero tal vez la verdad sea otra : el GIEC (Grupo de expertos intergubernamental sobre la evolución del clima), esta asamblea de científicos todopoderosa que dicta su ley, su fe, su religión, lo que tenemos que creer en lo que al clima se refiere, descartando y excluyendo del asunto a los que no piensan como ellos, ¿posee realmente la clave del misterio?

 

Muchos lo dudan y denuncian el carácter aleatorio de estos pronósticos alarmistas, que a fin de cuentas, se basan esencialmente en suposiciones y datos de poca envergadura.

 

En contrapartida, lo que es seguro, es que mientras distraemos la atención hacia un hipotético cambio climático de desastrosas consecuencias y nos saciamos de películas sobre catástrofes, la precariedad social y la miseria del cuarto mundo de los bajos fondos de la periferia de nuestras ciudades permanece en la sombra.

 

Ningún jefe de estado se desplazó para asistir, el mes pasado, a la conferencia mundial sobre la seguridad alimentaria, contra el hambre en el mundo,  y sin embargo hay cinco millones de niños que mueren cada año de malnutrición.  Pero todos los jefes de Estado estarán en Copenhague.

 

El emprobecimiento galopante de nuestras sociedades postindustriales, que cada vez más renuncian a la democracia social y ceden a las quimeras del liberalismo económico, los problemas bien concretos de la humanidad de hoy en día, se olvidan, se ocultan por la sombra inmensa y monstruosa de una incertidumbre.

 




Enlace(s) útile(s) :  L'Echo.

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